miércoles, 7 de diciembre de 2011

Exposición colectiva en Badalona ( Barcelona)

El codo del tiempo ( parte 0 )


Cuando lo entendí, me di cuenta que iba andando por un pasillo con la ayuda de una línea recta dibujada en el suelo. Con la voluntad de llegar, según dice el sonido, a la habitación del “Yo soy”.

Tenía la esperanza de encontrarme con alguien que me dijera el porque la línea acababa y no empezaba, ese porque me transmitía una sensación fría y húmeda.

Mientras mi instinto no se apartaba de la línea, mis ojos se asombraron al ver una puerta cerrada al final del pasillo, donde se levantaban dos figuras que aún no podía reconocer por la falta de coraje.

Al llegar al final, delante de mi, había dos estatuas con la cabeza cubierta con oro, de piedra trabajada pero gastada por la eternidad. En sus manos acunaban con delicadeza, dos liebres con sus ojos puestos en mi mente.
Cubrían mi aliento y vaciaban mi esperanza al ver que no podía controlar la situación. Me arrodille y empecé a quebrar, a desnudar mi miedo, a no entender.

Mis manos se enfriaban con el contacto del suelo y cuando mis uñas empezaron a arañar, unas de las liebres empezó a cantar una canción que me lleno como si estuviera viendo un amanecer que precede aun atardecer.

Mientras escuchaba aquellas letras tan aplastantemente sinceras, la puerta se abrió y una luz de supervivencia ilimitada cegó mis ojos. Sin poder ver nada, me drené de vitalidad y me introduje en la luz.

Incapaz de poder abrir los ojos, sentía como mis piernas estaban en movimiento, parecía que estuviera bajando una colina, un tedioso camino que no había escogido.
Poco a poco iba recuperando la vista, cuando me di cuenta que a mi lado había una chica que seguía mi veloz bajada.

-Es bueno verte otra vez, agárrame de la mano. He salido para verte jugar.
-¿Por que corres?


Y paré de correr.

Recuperé la vista totalmente y allí estaba ella, de apariencia inofensiva, rostro tornasolado y ojos reconfortantes.

-Pensaba que te estabas escondiendo y tú, que me había ido.
-No le persigas, está jugando con otros.
-Espero que no hayas dejado rastro, les gusta comérselo. Allí tienes la máquina.

Me había dejado solo, delante de esa máquina, un conjunto de piezas que parecían que solo servía una, el botón rojo. Idealicé ese momento en mi cabeza y apreté el botón. Un sonido metálico y desusado empezó a sonar. La luz del lugar se atenuaba y una florescencia se apoderó del ambiente.

Dentro de mí pensaba que ninguno realmente ha estado allí, que nadie podía sostenerme si me caía, que mi sensación era única y personal.
Cual fue mi sorpresa que empecé a escuchar una voz que salía de la máquina.

Cuando terminó, noté como mi pulso había disminuido, mis piernas volvían a solidificarse, mis ojos dejaron de hundirse y la luz volvía a ser confortable.


-Antes de irme…
-Dime
-Gracias por darme.
 Gracias por tu recuerdo.
 Pero no seré yo quién te hará desaparecer, pero seré quién lo anuncie.
   

Instinto (pintura) 50 x 70 cm- 2011

Lobo (pintura) 70 x 70 cm-2011

Retrato (pintura) 50 x 70 cm-2011

Pensamiento de pájaro (pintura) 30 x 70 cm-2011

The Moon (pintura) 30 x 70 cm-2011